IMPORTANTE: Esta entrada fue publicada aquí y los comentarios originales de los primeros lectores quedaron ahí guardados por si los quieren visitar. (Escrito por ElenaKaede) El otro día andaba yo curioseando por el mundo twittero gatuno mientras pensaba sobre qué podría escribir en la primera entrada del nuevo blog, cuando acabé leyendo una conversación entre @ambihalogurru y @congatos (de La gatera de Rumbo). Seguro que, si sois twuiteros y gatunos, las conocéis a ambas, ellas difunden, comparten y luchan por el mundo gatuno desde su pequeño (no tan pequeño si contamos sus seguidores) cyber-rincón twittero. Cómo seguro que nos ha pasado a todos, @ambihalogurru andaba algo desanimada y preguntaba a @congatos: “¿Sirve para algo difundir si los que nos siguen ya tienen adoptados?” @congatos, siempre positiva, le recordaba que“Muchos pequeños gestos construyen la base de grandes gestas”. ¡Claro que sirve! ¡Difundir salva vidas! A veces parece que son pequeñas gotas en un océano, pero para esos pequeños afortunados su vida habrá dado un giro de 180 grados. Así que después de leer esa pequeña conversación decidí que qué mejor que comenzar este blog que por el principio, el principio de mi historia gatuna: Rondaba el otoño del 2011 cuando una amiga (la que precisamente va a escribir conmigo este blog) comenzaba a difundir a los gatetes de su recién creada protectora. Por aquel entonces yo no tenía ni idea de lo que era un gato, pero como ella era mi amiga allí estaba yo, cotilleando el Facebook de su nueva protectora. Unos grandes ojos de búho en el cuerpo de una pequeña carey (aunque entonces yo no sabía lo que era una carey ni que la mayoría eran hembras) me miraban directamente a través de la pantalla. Así como dubitativa pregunté "¿Y si lo adopto yo?" y, queridos gatólicos, no sabéis la de aventuras que hemos vivido juntas desde esa primera pregunta… Ya se sabe que como mejor se predica es con el ejemplo y la llegada de la Kaede a la familia despertó en mi madre una empatía hacia los bigotudos que nos dejó sorprendidos a todos los que la conocíamos. Un día recibí una llamada suya para contarme que había parado el tráfico para recoger a una gatita callejera que tenía pinta de estar enferma. Si no la conocíais entonces no tenéis ni idea de la importancia de este gesto, lo que está claro es que a Ayla, que así comenzó a llamarse desde entonces la nueva miembro de la familia, cruzarse con mi madre le salvó la vida. Pero la vida es una cadena interminable y el destino nos deparaba todavía más sorpresas. Si la llegada de Kaede nos abrió las puertas a todo un mundo de bigotes, con Ayla aprendimos una lección sobre lo duro que es la vida en la calle para los callejeros. Y en estas andábamos cuando un día, mientras mi padre iba y venía con la furgoneta durante el trabajo, se encontró con una gata atropellada al borde de la carretera, la intuición le hizo parar para comprobar si respiraba. ¡Y vaya si respiraba! Ciega por el golpe y totalmente en shock la llevamos de urgencias al hospital veterinario. Ahora Sakuragi Jinja (Templo de la flor del cerezo), Saku para los colegas, disfruta de un hogar calentito y de una familia maravillosa que la adora. Aún recuerdo a Koke, el veterinario, diciendo “¡Qué caso más guapo!” al ver lo rápido que fue mejorando de sus heridas. Podría contar todavía más historias de gatos que han pasado por mi vida (y mi colega bloguera Nica Misinez todavía aún más que yo) pero lo importante de esta historia, querida@hambialogurru, es que todo empezó por una foto colgada en Facebook en 2011 (que adjunto como prueba). Ojalá nunca nos cansemos de difundir, de compartir, de adoptar, de apadrinar, de rescatar, de hablar de nuestras bigotudas experiencias. Ojalá nunca nos cansemos de luchar.
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